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Sutilezas Del Vocabulario

Sutilezas Del Vocabulario

Estaba sentada junto a “Cova”, Alicia, “Abi”, Mercedes, Víctor y Mario, intentando pasar la aguja por el cañamazo (por cierto lo mal que suena este nombre para una tela agujereada), cuando, una vez más, el hilo se salía y el ronroneo de mis tripas volvían a ajustar el reloj interno que todos los afectados dicen que tenemos desde que nacemos. De esto deberíamos hablar más despacio pues a mí, particularmente, la palabra afectado que se parece mucho a apestado, no me gusta demasiado. Tampoco entiendo lo del reloj interno porque o bien yo no tengo ninguno o se paró hace mucho tiempo, porque mis tripas ronronean continuamente.

Vosotros no sabéis lo que es intentar introducir la aguja por los agujeritos mientras Maria Luisa te da explicaciones…, (ya tienen mérito Maria Luisa y Mariona a las que, en nombre de todos, doy las gracias por su dedicación y paciencia), ...decía que mientras Maria Luisa te da explicaciones y tu te comes el coco pensando en las actividades que inventan nuestros tutores para entretener a los afectados. Insisto en no admitir la palabra afectado mientras no haya una similar para denominar al resto, es decir a nuestros padres, hermanos, amigos, etcétera.

Cuando era pequeña recuerdo que, al salir de una película de vaqueros, pregunté a mis padres por qué los indios nos llamaban rostros pálidos. Me contestaron que los indios estaban en su tierra y eran de piel rojiza, como esto era totalmente normal para ellos, se autodenominaban humanos. Al llegar los colonos tan diferentes a ellos (pegaban tiros a todo lo que se movía, talaban árboles y bebían alcohol que los enloquecía todavía más), buscaron una característica común a todos ellos para diferenciarse y “esa” es la que encontraron, el rostro pálido. Por cierto, en aquella película había un sargento que era negro pero no sé como lo denominaban los indios. Bueno, esta reflexión viene a cuento que, si nosotros los afectados debemos denominar de alguna forma común a los que nos rodean, pues se me ocurre que la característica más común es la de histéricos, porque no hay más que veros cada día en la convivencia con nosotros. Por cierto, se da la circunstancia que los colonos terminaron por llamar “salvajes” a los indios por el hecho de defenderse de tanto atropello.

Yo seguía con la aguja y el maldito hilo que no hacía más que salirse mientras escuchaba las pacientes explicaciones que Maria Luisa nos daba para combinar los colores adecuadamente, cuando sonó el teléfono. Era alguien que preguntaba por el Síndrome, y no os podéis imaginar el calentón que me entra cuando oigo esa palabra tan utilizada para definirnos. También recuerdo una discusión con mi padre cuando al preguntarle por su significado, me contestó muy sabiamente que era para definir a personas con rasgos parecidos o algo similar. En nuestro caso los doctores Prader y Willy fueron los pioneros en el estudio de tales características, de ahí su nombre. Yo le pregunté a mi padre si el síndrome suyo, el de los morenos, gordos, bajitos, calvos y cabezones tenía algún nombre pero todavía hoy no me ha respondido. Es que tampoco mi padre es Dios y no lo sabe todo, por lo cual agradecería que alguien le ayudara porque no es justo que habiendo tantos parecidos a él, no tengan su Síndrome, mientras tanto propongo que los conozcamos como el Síndrome de Sancho Panza.

No es nada fácil concentrarse en una misma, cuando todo el mundo te mira como a un bicho raro, llamándote con nombres diferentes al del carné de identidad, vigilando y reprendiéndote con frecuencia. Con esta presión, no se puede rendir al máximo y luego nos acusan de lentos. Me gustaría saber si Esther Cañadas sería la misma teniendo encima todo el día a su madre reprendiéndola; a donde vas, de donde vienes, estás muy delgada, no sales sola porque seguro que no meriendas, tienes que comer más, no te rasques los labios, etcétera. La diferencia entre Esther Cañadas y yo es que a ella le gusta la marcha y a mí el McDonalls, cada cual con sus gustos. A ella no le ponen ninguna pega a sus caprichos y a mí no me dejan ni moverme. Tampoco se cual es el Síndrome de Esther Cañadas pero se parece mucho al del Quijote, continuamente de marcha, no comía, estaba delgado y buscaba continuamente a su “ligue”.

La verdad es que, a medida que avanza el curso, una le coge el gusto al petite point (gracias de nuevo Maria Luisa y Mariona), y siente la satisfacción de haber conseguido un objetivo que los histéricos deberíais saber valorar, más todavía a sabiendas que a los afectados estas valoraciones nos hacen felices y mejoran nuestro perjudicado yo. Cuando comencé el curso me dijeron que para esta actividad eran necesarias cuatro cosas: el cañamazo, aguja, hilos y tijeras, pero a mí me parece que sin concentración y paciencia, mucha paciencia, de nada sirve el hilo y todo lo demás.

Un día al salir de misa con mi abuela (que sufrió la guerra y sus consecuencias posteriores), le pregunté cuánto había echado al cepillo, ella me contestó que un duro, pero que para Dios eso suponía más que un millón de un millonario. Yo no sé si el Párroco sería de la misma opinión, me temo que no, pero el ejercicio de paciencia que nosotros aplicábamos al petite point era como el duro de mi abuela, y nos gustaría que el Párroco se diera cuenta y nos lo agradeciera. Estas pequeñas cosas ayudan mucho a superar la convivencia entre afectados e histéricos.

Por Emma

 

 

  • Enlaces Relacionados:

El lenguaje que pone primero a la persona. (PDF) Kathie Snow

Déficit, diferencia y discapacidad. Diego González Castañón.

El prejuicio y el lenguaje como factores de discriminación en la discapacidad. Fco. Javier Rubio.

Guía para un uso no discriminatorio del lenguaje. Isabel Frutos Frutos.

3 comentarios

mariano -

Hola, vida mía.
Hoy me has hecho reir a tope, querida.
Esto del lenguaje es muy raro y hay que repensarlo.
¿Alguna idea, dilecta secre?
m

Fernando -

Tienes toda la razón. Como responsable y Presidente de la AMSPW, pido disculpas por ello. Desde aquí, mi compromiso de proponer, en un plazo razonable, la corrección y modificación de los Estatutos de la AMSPW para subsanar ese y otros errores.

Fernando Briones
Presidente AMSPW

No soy un apestado -

Dura batalla, como la de Don Quijote contra los gigantes!

Mientras los estatutos sigan incluyendo esa palabra ...(Estatutos AMSPW, Artículo 3º)